Las isltas Canarias como muestra de los picos que han quedado de la Antartida.

Uno de los mitos clásicos más populares de la historia es, sin duda, el de la Atlántida.

Una leyenda que ha tenido traslado a prácticamente todos los formatos imaginables, de manera más o menos cercana, y destacando obras como “Veinte mil leguas de viaje submarino”, de Julio Verne.

 

Era este un continente (o isla) perdido cuyo tamaño era superior al de Libia y el Asia menor juntas, y que muchos han querido localizar en las Islas Canarias, entre otros motivos, por haberlo situado Platón en sus diálogos de Críticas y Timeo “más allá de las columnas de Hércules”.

 

Según relataba Platón, el pueblo de la Atlántida, los Atlantes, eran descendientes del Dios Poseidón, y el más avanzado y rico de la época, conocedores de una tecnología que no tenía parangón. Sus habitantes eran, además, increíblemente sabios, justos y bondadosos, y mostraban un total dominio en artes como la arquitectura, las matemáticas o la botánica o, incluso, en el arte de la guerra. Sin embargo, con el paso de los siglos, los atlantes fueron degenerando en todo tipo

de perversiones, por lo que el Dios Zeus, al dar cuenta del deterioro de una civilización que había sido antaño maravillosa, y a la que se le habían concedido todo tipos de privilegios, decidió castigarlos hundiendo a la Atlántida, en un día y una sola noche, con un gran cataclismo de maremotos, erupciones volcánicas y un diluvio extraordinario.

 

Así fue como pereció la Atlántida bajo al océano que tomaría de ella su nombre, el Atlántico, y quedando tan solo visibles sobre la superficie del mar, según el mito canario, sus ocho montañas y picos más altos, formando lo que hoy en día se conoce como las Islas Canarias o Afortunadas.

 

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